Recuerdo que fue un desaire
mirarte a los ojos, me encandilaron aquella vez, cuando junto a una sonrisa parecías
ser cómplice del sentimiento que me embargaba, tomabas mis manos y jugueteábamos
con ellas, tu mirada penetraba intensamente en la mía que a veces sentía que el
corazón se paralizaba, que tanto amor no caía en mi corazón.
Incrédula de poseer este
sentimiento, de sentir mariposas nuevamente en mi estomago, pero ahora por ti,
finalice todo el episodio aquella tarde, excusándome en apuros, pero
inevitablemente quedaste impregnado en mi, seguí observando en la mente tus
ojos, esa mirada que aloca mis sentidos, sin quererlo hasta tu perfume quedó
rondándome.
Fue anocheciendo nos mirábamos y
sonreíamos, a veces de mis tonterías, de mis locuras cotidianas cuando me
siento feliz, otras de tus nervios al acercarme , yo gozaba con tu rostro de no
concebir en qué momento enloquecí, o de tu timidez cuando entre juegos y
conversaciones te coqueteaba, esa noche hasta baile para ti, como una
adolescente fui.
Así toda una velada,
entre quehaceres, conversaciones, bailes y canciones la luminosidad de un nuevo
día asomaba por la ventana, mi ser quería ir a tu lado, mi alma no quería
alejarse y mi pobre corazón cedía nuevamente ante Cupido, ese angelito
indeseable que pensé jamás volver a sentir, desde que exigí que no volviera
nunca más por mí.
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